jueves, 17 de septiembre de 2009

1Co 7, 25-27 De la virginidad no tengo ningún precepto

(1Co 7, 25-27) De la virginidad no tengo ningún precepto

[25] Acerca de la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor. Pero hago una advertencia, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de confianza. [26] Considero que, por las dificultades del tiempo presente, lo mejor para el hombre es vivir sin casarse. [27] ¿Estás unido a una mujer? No te separes de ella. ¿No tienes mujer? No la busques.

(C.I.C 504) Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán (cf. 1Co 15, 45) que inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo viene del cielo" (1Co 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3, 34). De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida (cf. Col 1, 18), "hemos recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16). (C.I.C 505) Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe "¿Cómo será eso?" (Lc 1, 34; cf. Jn 3, 9). La participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios (cf. 2Co 11, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.

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