miércoles, 8 de febrero de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 120.
(Respuesta YouCat) El Espíritu Santo me
abre a Dios; me enseña a orar y me ayuda a estar disponible para los demás.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C
738) Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu
Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha
sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el
Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del
próximo artículo): “Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único
espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con
Dios ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo
haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este
Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son
distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él. Y
de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos
aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también
de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e
indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual” (San Cirilo de
Alejandría, Commentarius in Johannem
11, 11: PG 74, 561).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) «El huésped silencioso de nuestra alma»,
así llama san Agustín al Espíritu Santo. Quien quiera percibirlo debe hacer
silencio. Con frecuencia este huésped habla bajito dentro de nosotros, por
ejemplo en la voz de nuestra conciencia o mediante otros impulsos internos y
externos. Ser «templo del Espíritu Santo» quiere decir estar en cuerpo y alma a
disposición de este huésped, del Dios en nosotros. Nuestro cuerpo es por tanto,
en cierto modo, el cuarto de estar de Dios. Cuanto más nos abramos al Espíritu
Santo en nosotros, tanto más se convertirá en maestro de nuestra vida, tanto
más nos concederá también hoy sus carismas para la edificación de la Iglesia.
De este modo, en lugar de las obras de la carne, crecerán en nosotros los
Frutos del Espíritu.
(Comentario
CIC) (C.I.C 740) Estas "maravillas de Dios",
ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos
en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu (esto será el objeto de la
tercera parte del Catecismo).
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