(2Pd 3, 11-14) Acelerando la venida del Día del Señor
[11] Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, [12] esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. [13] Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. [14] Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
(C.I.C 1043) La Sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10). (C.I.C 1044) En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de su ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4; 21, 27). (C.I.C 1045) Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era "como el sacramento" (Lumen gentium, 1). Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2), "la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, por las manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.
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