(1Jn 1, 5-7) Dios es luz, y en él no hay tinieblas
[5] La noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es luz, y en él no hay tinieblas. [6] Si decimos que estamos en comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y no procedemos conforme a la verdad. [7] Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.
(C.I.C 214) Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. "Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad" (Sal 138,2; cf. Sal 85,11). Él es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna" (1Jn 1,5); él es "Amor", como lo enseña el apóstol Juan (1Jn 4,8). (C.I.C 2470) El discípulo de Cristo acepta ‘vivir en la verdad’, es decir, en la simplicidad de una vida conforme al ejemplo del Señor y permaneciendo en su Verdad. ‘Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad’ (1Jn 1, 6). (C.I.C 2631) La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf. el publicano: "Oh Dios ten compasión de este pecador": Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf. 1Jn 1, 7-2, 2): entonces "cuanto pidamos lo recibimos de él" (1Jn 3, 22). Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.
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