jueves, 25 de agosto de 2011

1Pd 3, 14 Dichosos si tienen que sufrir por la justicia


(1Pd 3, 14) Dichosos si tienen que sufrir por la justicia

[14] Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten:

(C.I.C 1836) La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. (C.I.C 1953) La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad. Jesucristo es en persona el camino de la perfección. Es el fin de la Ley, porque sólo Él enseña y da la justicia de Dios: ‘Porque el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente’ (Rm 10, 4). (C.I.C 1757) El objeto, la intención y las circunstancias constituyen las tres ‘fuentes’ de la moralidad de los actos humanos. (C.I.C 1758) El objeto elegido especifica moralmente el acto de la voluntad según que la razón lo reconozca y lo juzgue bueno o malo. (C.I.C 1759) “No se puede justificar una acción mala por el hecho de que la intención sea buena” (Santo Tomás de Aquino, In duo praecepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 6). El fin no justifica los medios. (C.I.C 1760) El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. (C.I.C 1761) Hay comportamientos concretos cuya elección es siempre errada porque ésta comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral. No está permitido hacer un mal para obtener un bien. (C.I.C 1755) El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y ayunar para ser visto por los hombres). El objeto de la elección puede por sí solo viciar el conjunto de todo el acto. Hay comportamientos concretos -como la fornicación- que siempre es un error elegirlos, porque su elección comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral. (C.I.C 1756) Es, por tanto, erróneo juzgar de la moralidad de los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira o las circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.) que son su marco. Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien.

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