domingo, 24 de octubre de 2010

1Tm 5, 3-7 Honra y atiende a las viudas necesitadas

(1Tm 5, 3-7) Honra y atiende a las viudas necesitadas

[3] Honra y atiende a las viudas que realmente están necesitadas. [4] Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, estos deben aprender primero a cumplir con sus deberes familiares y a ser agradecidos con sus padres, porque eso es lo que agrada a Dios. [5] Hay viudas que lo son realmente, porque se han quedado solas y tienen puesta su confianza en Dios, consagrando sus días y sus noches a la súplica y a la oración. [6] Pero la que lleva una vida disipada, aunque viva, está muerta. [7] Incúlcales esto para que sean irreprochables:

(C.I.C 922) Desde los tiempos apostólicos, vírgenes (Cf. 1Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf. Vita consecrata, 7) llamadas por el Señor para consagrarse a Él enteramente (cf. 1Co 7, 34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos" (Mt 19, 12; Vita consecrata, 7). (C.I.C 2349) La castidad ‘debe calificar a las personas según los diferentes estados de vida: a unas, en la virginidad o en el celibato consagrado, manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo con corazón indiviso; a otras, de la manera que determina para ellas la ley moral, según sean casadas o celibes’ (Persona humana, 11). Las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia. “Se nons enseña que existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusión de las otras. […] En esto la disciplina de la Iglesia es rica” (San Ambrosio, De viduis 23: PL 16, 241-242).

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