miércoles, 20 de octubre de 2010

1Tm 4, 10a Nuestra esperanza en el Dios viviente

(1Tm 4, 10a) Nuestra esperanza en el Dios viviente

[10a] Nosotros nos fatigamos y luchamos porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente,

(C.I.C 457) El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10)."El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1Jn 3, 5): “Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica 15, 3: PG 45, 48). (C.I.C 458) El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). (C.I.C 2812) Finalmente, el Nombre de Dios Santo se nos ha revelado y dado, en la carne, en Jesús, como Salvador (cf. Mt 1, 21; Lc 1, 31): revelado por lo que Él es, por su Palabra y por su Sacrificio (cf. Jn 8, 28; 17, 8; 17, 17-19). Esto es el núcleo de su oración sacerdotal: "Padre santo... por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad" (Jn 17, 19). Jesús nos "manifiesta" el Nombre del Padre (Jn 17, 6) porque "santifica" Él mismo su Nombre (cf. Ez 20, 39; 36, 20-21). Al terminar su Pascua, el Padre le da el Nombre que está sobre todo nombre: Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2, 9-11).

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