domingo, 16 de mayo de 2010

Flp 1, 1-2 La gracia y la paz que proceden de Dios

Carta a los Filipenses

Filipenses 1

(Flp 1, 1-2) La gracia y la paz que proceden de Dios

[1] Pablo y Timoteo, servidores de Cristo Jesús, saludan a todos los santos en Cristo Jesús, que se encuentran en Filipos, así como también a los que presiden la comunidad y a los diáconos. [2] Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

(C.I.C 2019) La justificación entraña la remisión de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior. (C.I.C 2023) La gracia santificante es el don gratuito que Dios nos hace de su vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla. (C.I.C 2024) La gracia santificante nos hace ‘agradables a Dios’. Los carismas, que son gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Dios actúa así mediante gracias actuales múltiples que se distinguen de la gracia habitual, que es permanente en nosotros. (C.I.C 2045) Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (Cf. Ef 1, 22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles (Cf. Lumen gentium, 39), ‘hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo’ (Ef 4, 13). (C.I.C 736) Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25): “Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de llamar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto 15, 36: PG 32, 132).

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