martes, 11 de mayo de 2010

Ef 6, 12a Nuestra lucha es contra los Principados

(Ef 6, 12a) Nuestra lucha es contra los Principados

[12a] Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades,

(C.I.C 391) Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padr es se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (IV Concilio de Letrán (año 1215): DS 800). (C.I.C 2851) En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" (diá-bolos) es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su “obra de salvación” cumplida en Cristo. (C.I.C 407) La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la Redención de Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que en adelante poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Concilio de Trento: DS 1511; cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. Centesimus annus, 25) y de las costumbres.

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