lunes, 8 de marzo de 2010

Ga 5, 1-6 Esta es la libertad que nos ha dado Cristo

Gálatas 5

(Ga 5, 1-6) Esta es la libertad que nos ha dado Cristo

[1] Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. [2] Yo mismo, Pablo, les digo: si ustedes se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada. [3] Les vuelvo a insistir: todos los que se circuncidan, están obligados a observar íntegramente la Ley. [4] Si ustedes buscan la justicia por medio de la Ley, han roto con Cristo y quedan fuera del dominio de la gracia. [5] Porque a nosotros, el Espíritu nos hace esperar por la fe los bienes de la justicia. [6] En efecto, en Cristo Jesús, ya no cuenta la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por medio del amor.

(C.I.C 1743) Dios […] ha querido […] ‘dejar al hombre en manos de su propia decisión’ (Si 15,14), para que pueda adherirse libremente a su Creador y llegar así a la bienaventurada perfección (Gaudium et spes, 17). (C.I.C 1744) La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar así, por sí mismo, acciones deliberadas. La libertad alcanza su perfección, cuando está ordenada a Dios, el supremo Bien. (C.I.C 1745) La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Hace al ser humano responsable de los actos de que es autor voluntario. Es propio del hombre actuar deliberadamente. (C.I.C 1748) “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5, 1). (C.I.C 1742) Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo. “Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad” (Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, Colecta: Misal Romano).

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