domingo, 7 de marzo de 2010

Ga 4, 26-31 Hermanos, no somos hijos de una esclava

(Ga 4, 26-31) Hermanos, no somos hijos de una esclava

[26] Pero hay otra Jerusalén, la celestial, que es libre, y ella es nuestra madre. [27] Porque dice la Escritura: ¡Alégrate, tú que eres estéril y no das a luz; prorrumpe en gritos de alegría, tú que no conoces los dolores del parto! Porque serán más numerosos los hijos de la mujer abandonada que los hijos de la que tiene marido. [28] Nosotros, hermanos, somos como Isaac, hijos de la promesa. [29] Y así como entonces el hijo nacido según la carne perseguía al hijo nacido por obra del Espíritu, así también sucede ahora. [30] Pero dice la Escritura: Echa a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no va a compartir la herencia con el hijo de la mujer libre. [31] Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre.

(C.I.C 757) "La Iglesia que es llamada también "la Jerusalén de arriba" y "madre nuestra" (Ga 4, 26; cf. Ap 12, 17), y se la describe como la esposa inmaculada del Cordero inmaculado (Ap 19, 7; 21, 2. 9; 22, 17). Cristo ‘la amó y se entregó por ella para santificarla’ (Ef 5, 25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, ‘la alimenta y la cuida’ (Ef 5, 29) sin cesar" (Lumen gentium, 6). (C.I.C 723) En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 18-21; Ga 4, 26-28). (C.I.C 1065) Jesucristo mismo es el "Amén" (Ap 3, 14). Es el "Amén" definitivo del amor del Padre hacia nosotros; asume y completa nuestro "Amén" al Padre: "Todas las promesas hechas por Dios han tenido su 'sí' en él; y por eso decimos por él 'Amén' a la gloria de Dios" (2Co 1, 20): Por Él, con Él y en Él, A ti, Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. AMEN!” (Doxología después de la Plegaria eucarística, Misal Romano). (C.I.C 1741) Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. ‘Para ser libres nos libertó Cristo’ (Ga 5,1). En Él participamos de ‘la verdad que nos hace libres’ (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, ‘donde está el Espíritu, allí está la libertad’ (2Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la ‘libertad de los hijos de Dios’ (Rm 8,21).

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