sábado, 20 de marzo de 2010

Ef 1, 4-7 Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos

(Ef 1, 4-7) Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos

[4] y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. [5] Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, [6] para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. [7] En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia,

(C.I.C 52) Dios, que "habita una luz inaccesible" (1Tm 6, 16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1, 4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas. (C.I.C 257) O lux beata Trinitas et principalis Unitas! ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (Himno de las segundas Vísperas del Domingo, Semanas 2 y 4: Liturgia de las Horas). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en Él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rom 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. Ad gentes, 2-9). (C.I.C 294) La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,5-6): "Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios" (San Ireneo, Adversus haereses, 4, 20, 7: PG 7, 1037). El fin último de la creación es que Dios, "Creador de todos los seres, se haga por fin ‘todo en todas las cosas’ (1Co 15,28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad" (Ad gentes, 2).

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