domingo, 28 de febrero de 2010

Ga 4, 5 Para hacernos hijos adoptivos

(Ga 4, 5) Para hacernos hijos adoptivos

[5] para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.

(C.I.C 491) A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios (Cf. Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: “... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano” (Pío IX, Bulla Ineffabilis Deus: DS 2803). (C.I.C 492) Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (Lumen gentium, 56), le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo" (Lumen gentium, 53). El Padre la ha "bendecido […] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (cf. Ef 1, 4). (C.I.C 493) Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran “como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo” (Lumen gentium, 53). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida. (C.I.C 509) María es verdaderamente "Madre de Dios" porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios mismo.

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