(Ga 4, 3) También nosotros estábamos sometidos
[3] Así también nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los elementos del mundo.
(C.I.C 1973) Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede constituir un impedimento al desarrollo de la caridad (Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, 184, 3). (C.I.C 1974) Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca se ve contenta por non poder darse más. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno: “Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor. (San Francisco de Sales, Traité de l’amour de Dieu, 8, 6).
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