viernes, 4 de diciembre de 2009

2Co 1, 12-18 Nuestro lenguaje no es hoy sí y mañana no

(2Co 1, 12-18) Nuestro lenguaje no es hoy sí y mañana no

[12] Este es para nosotros un motivo de orgullo: el testimonio que nos da nuestra conciencia de que siempre, y particularmente en relación con ustedes, nos hemos comportado con la santidad y la sinceridad que proceden de Dios, movidos, no por una sabiduría puramente humana, sino por la gracia de Dios. [13] En efecto, nuestras cartas no son ambiguas: no hay en ellas más de lo que ustedes pueden leer y entender. Y espero que comprenderán plenamente [14] –como ya lo han comprendido en parte– que en el Día de nuestro Señor Jesús, podrán sentirse orgullosos de nosotros, como nosotros de ustedes. [15] Convencido de esto, me propuse visitarlos primero a ustedes, para darles una nueva alegría, [16] y de allí pasar a Macedonia. Después, a mi regreso de Macedonia, ustedes me ayudarían a proseguir mi viaje a Judea. [17] Al proponerme esto, ¿obré precipitadamente?, ¿o bien mis proyectos estaban fundados en motivos puramente humanos, de manera que yo digo al mismo tiempo «sí» y «no»? [18] Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy «sí», y mañana «no».

(C.I.C 1065) Jesucristo mismo es el "Amén" (Ap 3, 14). Es el "Amén" definitivo del amor del Padre hacia nosotros; asume y completa nuestro "Amén" al Padre: "Todas las promesas hechas por Dios han tenido su 'sí' en él; y por eso decimos por él 'Amén' a la gloria de Dios" (2Co 1, 20): Por Él, con Él y en Él, A ti, Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. AMEN!” (Doxología después de la Plegaria eucarística, Misal Romano). (C.I.C 2153) Jesús expuso el segundo mandamiento en el Sermón de la Montaña: ‘Habéis oído que se dijo a los antepasados: «no perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos». Pues yo os digo que no juréis en modo alguno... sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de aquí viene del Maligno’ (Mt 5, 33-34.37; cf. St 5, 12). Jesús enseña que todo juramento implica una referencia a Dios y que la presencia de Dios y de su verdad debe ser honrada en toda palabra. La discreción del recurso a Dios al hablar va unida a la atención respetuosa a su presencia, reconocida o menospreciada en cada una de nuestras afirmaciones.

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