miércoles, 1 de agosto de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 339.
(Respuesta YouCat – repeticion) La gracia
de Dios nos introduce en la vida interior del Dios trinitario, en el
intercambio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos capacita para
vivir en el amor de Dios y para obrar a partir de este amor.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2004) Entre las gracias especiales conviene
mencionar las gracias de estado, que
acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los
ministerios en el seno de la Iglesia: “Teniendo dones diferentes, según la
gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida
de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio, la enseñanza, enseñando;
la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con
solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad” (Rm 12, 6-8).
Para meditar
(Comentario YouCat) La gracia
nos ha sido infundida de lo alto y no se puede explicar por causas
intramundanas (gracia sobrenatural). Nos convierte en hijos de Dios
—especialmente por el Bautismo— y herederos del cielo (gracia santificante o
diviniza dora). Nos otorga una inclinación interior permanente al bien (gracia
habitual). La gracia nos ayuda a conocer, querer y hacer todo lo que nos
conduce al Bien, a Dios y al cielo (gracia actual). La gracia se da de modo
especial en los sacramentos, que por voluntad de nuestro Redentor son lugares
destacados del encuentro con Dios (gracia sacramental). También se muestra en
especiales dones de gracia que se conceden a cristianos individuales (carismas)
o en fuerzas especiales prometidas al estado del matrimonio, del Orden y al
estado religioso (gracia de estado).
(Comentario CIC) (C.I.C 2024) La gracia santificante nos hace
‘agradables a Dios’. Los carismas, que son gracias especiales del Espíritu
Santo, están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común
de la Iglesia. Dios actúa así mediante gracias actuales múltiples que se
distinguen de la gracia habitual, que es permanente en nosotros.
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