Apocalipsis 7
(Ap 7, 1-9a) Marquemos con el sello la frente
[1] Después de esto, vi a cuatro Ángeles que estaban de pie en los cuatro puntos cardinales y sujetaban a los cuatro vientos para que no soplaran sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles. [2] Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: [3] «No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios». [4] Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000, pertenecientes a todas las tribus de Israel. [5] Doce mil de la tribu de Judá, doce mil de la tribu de Rubén, doce mil de la tribu de Gad, [6] doce mil de la tribu de Aser, doce mil de la tribu de Neftalí, doce mil de la tribu de Manasés, [7] doce mil de la tribu de Simeón, doce mil de la tribu de Leví, doce mil de la tribu de Isacar, [8] doce mil de la tribu de Zabulón, doce mil de la tribu de José, doce mil de la tribu de Benjamín. [9a] Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas.
C.I.C 1296) Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf. Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello: "Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2Co 1,22; cf. Ef 1,13; 4,30). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf. Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4-6). (C.I.C 1138) "Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las Potencias celestiales (cf. Ap 4-5; Is 6,2-3), toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil) (cf: Ap 7,1-8; 14,1), en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios", Ap 6,9-11), y la Santísima Madre de Dios (la Mujer, cf. Ap 12, la Esposa del Cordero, cf. Ap 21,9), y finalmente "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).
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