viernes, 6 de enero de 2012

Ap 4, 1-3 Había una puerta abierta en el cielo

Apocalipsis 4

(Ap 4, 1-3) Había una puerta abierta en el cielo

[1] Después tuve la siguiente visión: Había una puerta abierta en el cielo, y la voz que había escuchado antes, hablándome como una trompeta, me dijo: «Sube aquí, y te mostraré las cosas que deben suceder en seguida». [2] En ese mismo momento, fui arrebatado por el Espíritu y vi en el cielo un trono, en el cual alguien estaba sentado. [3] El que estaba sentado tenía el aspecto de una piedra de jaspe y de ágata. Rodeando el trono, vi un arco iris que tenía el aspecto de la esmeralda.

(C.I.C 1139) En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos. (C.I.C 1137) El Apocalipsis de San Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf. Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf. Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf. Hb 4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia Bizantina Anaphora Iohannis Chrysóstomi: PG 63, 913). Y por último, revela "el río de agua de vida […] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf. Jn 4,10-14; Ap 21,6). (C.I.C 1138) "Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las Potencias celestiales (cf. Ap 4-5; Is 6,2-3), toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil) (cf: Ap 7,1-8; 14,1), en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios", Ap 6,9-11), y la Santísima Madre de Dios (la Mujer, cf. Ap 12, la Esposa del Cordero, cf. Ap 21,9), y finalmente "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).

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