martes, 12 de julio de 2011

St 4, 17 El que sabe hacer el bien y no lo hace

(St 4, 17) El que sabe hacer el bien y no lo hace

[17] El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

(C.I.C 1853) Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad, según la enseñanza del Señor: “De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones. robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre” (Mt 15,19-20). En el corazón reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la que hiere el pecado. (C.I.C 2067) Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo. “Como la caridad comprende dos preceptos de los que según dice el Señor, penden la ley y los profetas [...] así los diez preceptos se dividen en dos tablas: tres están escritos en una tabla y siete en la otra”. (San Agustín, Sermo 33, 2: PL 38, 208).

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