martes, 21 de junio de 2011

St 2, 1-6 No hagan acepción de personas

Santiago 2

(St 2, 1-6) No hagan acepción de personas

[1] Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas. [2] Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. [3] Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», [4] ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? [5] Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? [6] Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales?

(C.I.C 432) El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la persona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3Jn 7) hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. Él es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf. Jn 3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación (cf. Rm 10, 6-13) de tal forma que "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12; 9, 14; St 2, 7). (C.I.C 544) El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).

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