(St 1, 18-20) La ira del hombre nunca realiza la justicia
[18] Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. [19] Tengan bien presente, hermanos muy queridos, que debemos estar dispuestos a escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos. [20] La ira del hombre nunca realiza la justicia de Dios.
(C.I.C 1762) La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos deliberados: las pasiones o sentimientos que experimenta pueden disponerla y contribuir a ello. (C.I.C 1771) El término ‘pasiones’ designa los afectos y los sentimientos. Por medio de sus emociones, el hombre intuye lo bueno y lo malo. (C.I.C 1772) Ejemplos eminentes de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira. (C.I.C 1773) En las pasiones, en cuanto impulsos de la sensibilidad, no hay ni bien ni mal moral. Pero según dependan o no de la razón y de la voluntad, hay en ellas bien o mal moral. (C.I.C 1774) Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos por las virtudes, o pervertidos en los vicios. (C.I.C 2302) Recordando el precepto: ‘No matarás’ (Mt 5, 21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio: La ira es un deseo de venganza. ‘Desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito’; pero es loable imponer una reparación ‘para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia’ (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, 158, 1 ad 3). Si la ira llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad; es pecado mortal. El Señor dice: ‘Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal’ (Mt 5, 22).
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