(Ap 22, 5-7) Feliz el que cumple las palabras de este Libro
[5] Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos. [6] Después me dijo: «Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. [7] ¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro».
(C.I.C 104) En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. Dei verbum, 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1Ts 2,13). "En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos" (Dei verbum, 21). (C.I.C 124) "La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para ala salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento" (Dei verbum, 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf. Dei verbum, 20). (C.I.C 125) Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras "por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador" (Dei verbum, 18).
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