martes, 7 de febrero de 2012

Ap 13, 7-13 Vi surgir de la tierra otra Bestia

(Ap 13, 7-13) Vi surgir de la tierra otra Bestia

[7] También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación. [8] Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado. [9] ¡El que pueda entender, que entienda! [10] El que tenga que ir a la cárcel, irá a la cárcel; y el que tenga que morir por la espada, morirá por la espada. En esto se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos. [11] En seguida vi surgir de la tierra otra Bestia que tenía dos cuernos como los de un cordero, pero hablaba como un dragón. [12] Esta Bestia ejercía todo el poder de la primera y estaba a su servicio; y logró que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera Bestia, a aquella cuya llaga mortal se había cicatrizado. [13] También realizaba grandes prodigios, llegando a hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de todos.

(C.I.C 676) Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. Decreto sobre el milenarismo (19 julio 1944): DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" (19 marzo 1937) condenando “los errores presentados bajo un falso sentido mistico” “de esta especie de falseada redención de los más humildes" p. 69; Gaudium et spes, 20-21). (C.I.C 1883) La socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiariedad. Según éste, ‘una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común’ (Centesimus annus, 48; cf. Quadragesimo anno).

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