domingo, 12 de febrero de 2012

Ap 14, 8-11 No tendrán reposo ni de día ni de noche

(Ap 14, 8-11) No tendrán reposo ni de día ni de noche

[8] Un segundo Ángel lo siguió, anunciando: «Ha caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a todas las naciones el vino embriagante de su prostitución». [9] Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente: «El que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la frente o en la mano, [10] tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero. [11] El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche».

(C.I.C 1869) Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las ‘estructuras de pecado’ son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un ‘pecado social’ (cf. Reconciliatio et paenitentia, 16). (C.I.C 2113) La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. ‘No podéis servir a Dios y al dinero’, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a ‘la Bestia’ (Cf. Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina divina (Cf. Ga 5, 20; Ef 5, 5). (C.I.C 2114) La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que ‘aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios’ (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40: PG 11, 161).

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