lunes, 26 de marzo de 2012

Gn 1,27b Lo creó a imagen de Dios

(Gn 1,27b) Lo creó a imagen de Dios

27b lo creó a imagen de Dios,

(C.I.C 358) Dios creó todo para el hombre (cf. Gaudium et spes, 12; 24; 39), pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación: “¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha (san Juan Crisóstomo, Sermones in Genesim, 2,1: PG 54, 587-588). (C.I.C 359) "Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (Gaudium et spes, 22): “San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo [...] El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir [...] El segundo Adán es aquel que, cuando creó al primero, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo nombre, para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es, realmente, el primero, como él mismo afirma: "Yo soy el primero y yo soy el último". (San Pedro Crisólogo, Sermones, 117 1-2: PL 52, 520). (C.I.C 360) Debido a la comunidad de origen, el género humano forma una unidad. Porque Dios "creó […] de un solo principio, todo el linaje humano" (Hch 17, 26; cf. Tb 8, 6): “Maravillosa visión que nos hace contemplar el género humano en la unidad de su origen en Dios [...]: en la unidad de su naturaleza, compuesta de igual modo en todos de un cuerpo material y de un alma espiritual; en la unidad de su fin inmediato y de su misión en el mundo; en la unidad de su morada: la tierra, cuyos bienes todos los hombres, por derecho natural, pueden usar para sostener y desarrollar la vida; en la unidad de su fin sobrenatural: Dios mismo a quien todos deben tender; en la unidad de los medios para alcanzar este fin; [...] en la unidad de su rescate realizado para todos por Cristo” (Pío XII, Enc. Summi Pontificatus; cf. Nostra aetate, 1). (C.I.C 361) “Esta ley de solidaridad humana y de caridad” (Pío XII, Enc. Summi Pontificatus), sin excluir la rica variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos asegura que todos los hombres son verdaderamente hermanos

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