jueves, 1 de marzo de 2012

Ap 22, 12-14 Felices los que lavan sus vestiduras

(Ap 22, 12-14) Felices los que lavan sus vestiduras

[12] Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. [13] Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. [14] ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!

(C.I.C 1486) El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación. (C.I.C 1470) En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta (cf. 1Co 5, 11; Ga 5, 19-21; Ap 22, 15). Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida "y no incurre en juicio" (Jn 5,24).

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