jueves, 1 de julio de 2010

Col 1, 26-29 Cristo la esperanza de la gloria

(Col 1, 26-29) Cristo la esperanza de la gloria

[26] el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. [27] A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria. [28] Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo. [29] Por esta razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente.

(C.I.C 772) En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad de designio de Dios: "recapitular todo en Cristo" (Ef 1, 10). San Pablo llama "gran misterio" (Ef 5, 32) al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su esposo (cf. Ef 5, 25-27), por eso se convierte a su vez en misterio (cf. Ef 3, 9-11). Contemplando en ella el misterio, San Pablo escribe: el misterio "es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria" (Col 1, 27). (C.I.C 307) Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de "someter'' la tierra y dominarla (cf. Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (cf. Col I, 24) Entonces llegan a ser plenamente "colaboradores […] de Dios" (1Co 3, 9; 1Ts 3, 2) y de su Reino (cf. Col 4, 11). (C.I.C 568) La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión: la subida a un "monte alto" prepara la subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su cuerpo contiene e irradia en los sacramentos: "la esperanza de la gloria" (Col 1, 27; cf. San León Magno, Sermo 51, 3: PL 54, 310).

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