sábado, 25 de julio de 2009

Rm 16, 6-16 Salúdense mutuamente con el beso de paz

(Rm 16, 6-16) Salúdense mutuamente con el beso de paz
[6] Saluden a María, que tanto ha trabajado por ustedes; [7] a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de cárcel, que son apóstoles insignes y creyeron en Cristo antes que yo. [8] Saluden a Ampliato, mi amigo querido en el Señor; [9] a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y también a Estaquis, mi querido amigo. [10] Saluden a Apeles, que ha dado pruebas de fidelidad a Cristo, y también a los de la familia de Aristóbulo. [11] Saluden a mi pariente Herodión, y a los de la familia de Narciso que creen en Cristo. [12] Saluden a Trifena y a Trifosa, que tanto se esfuerzan por el Señor; a la querida Persis, que también ha trabajado mucho por el Señor. [13] Saluden a Rufo, el elegido del Señor, y a su madre, que lo es también mía; [14] a Asíncrito, a Flegonte, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos. [15] Saluden a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, así como también a Olimpia, y a todos los santos que viven con ellos. [16] Salúdense mutuamente con el beso de paz. Todas las Iglesias de Cristo les envían saludos.
(C.I.C 1827) El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es ‘el vínculo de la perfección’ (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. (C.I.C 1828) “La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del ‘que nos amó primero’ (1Jn 4,19): “O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos” (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3: PG 31, 896). (C.I.C 1829) La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: “La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos” (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus, 10, 4: PL 35, 2056-2057).

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