Deut 15, 11 Abre generosamente tu mano al pobre
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(Deut 15, 11) Abre generosamente tu mano al pobre
11 Es verdad que nunca faltarán pobres en tu país. Por
eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano al pobre, al hermano indigente que
vive en tu tierra.
(C.I.C 2449) En el Antiguo Testamento, toda
una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a
interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del
jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega) corresponden a
la exhortación del Deuteronomio: ‘Ciertamente nunca faltarán pobres en este
país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a
aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra’ (Dt 15, 11). Jesús hace
suyas estas palabras: ‘Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí
no siempre me tendréis’ (Jn 12, 8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de
los oráculos antiguos: ‘comprando por dinero a los débiles y al pobre por un
par de sandalias [...]’ (Am 8, 6), sino que nos invita a reconocer su presencia
en los pobres que son sus hermanos (cf. Mt 25, 40): El día en que su madre le
reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le
contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No
debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a
Jesús’ (P. Hansen, Vita mirabilis […] venerabilis
sororis Rosae de Sancta Maria Limensis (Roma 1664) p. 200).
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