viernes, 27 de mayo de 2011

Hb 12, 28 Sirvamos a Dios como él desea con amor

(Hb 12, 28) Sirvamos a Dios como él desea con amor

[28] Por eso, si hemos recibido el reino que no se puede conmover, conservemos esta gracia y sirvamos a Dios como él desea, con amor y de verdad,

(C.I.C 98) "La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las generaciones lo que ella es, todo lo que cree" (Dei verbum, 8). (C.I.C 1147) Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en él las huellas de su Creador (cf. Sb 13,1; Rm 1,19-20; Hch 14,17). La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad. (C.I.C 1148) En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador. (C.I.C 1149) Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo. (C.I.C 2717) La oración contemplativa es silencio, este "símbolo del mundo venidero" (San Isaac de Nínive, Tractatus mystici, 66) o "amor […] silencioso" (San Juan de la Cruz, Carta, 6). Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre "exterior", el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la oración de Jesús. (C.I.C 2719) La oración contemplativa es una comunión de amor portadora de vida para la multitud, en la medida en que se acepta vivir en la noche de la fe. La noche pascual de la resurrección pasa por la de la agonía y la del sepulcro. El Espíritu de Jesús, no la "carne que es débil", hace que llevemos a la vida en la oración contemplativa los tres tiempos fuertes de la Hora de su Jesús. Es necesario aceptar el "velar una hora con él" (cf. Mt 26, 40).

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