viernes, 26 de noviembre de 2010

2Tm 2, 17 Se extienden como la gangrena

(2Tm 2, 17) Se extienden como la gangrena

[17] y se extienden como la gangrena. Así sucede con Himeneo y Fileto,

(C.I.C 482) Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tien e una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo. (C.I.C 468) Después del concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de Cristo como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto concilio ecuménico, en Constantinopla el año 553 confesó a propósito de Cristo: "No hay más que una sola hipóstasis [o persona] […] que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad" (II Concilio de Constantinopla: DS 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuído a su persona divina como a su propio sujeto (cf. ya Concilio de Éfeso: DS 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cf. II Concilio de Constantinopla: DS 423) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la santísima Trinidad" (II Concilio de Constantinopla: DS 432). (C.I.C 483) La encarnación es, pues, el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona del Verbo.

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