viernes, 12 de marzo de 2010

Ga 5, 22-26 Vivimos animados por el Espíritu

(Ga 5, 22-26) Vivimos animados por el Espíritu

[22] Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, [23] mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, [24] porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. [25] Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. [26] No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.

(C.I.C 2819) "El Reino de Dios […] es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu (cf. Ga 5, 16-25): “Solo un corazón puro puede decir con seguridad: '¡Venga a nosotros tu Reino!'. Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: 'Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal' (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: '¡Venga tu Reino!'” (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mystagogicae, 5, 13: PG 33, 1120). (C.I.C 2555) Los fieles cristianos "han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias" (Gal 5,24); son guiados por el Espíritu y siguen los deseos del Espíritu. (C.I.C 1695) “Justificados […] en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6,11), “santificados y llamados a ser santos” (1Co 1,2), los cristianos se convierten en ‘el templo […] del Espíritu Santo’ (Cf. Ga 4, 6). Este ‘Espíritu del Hijo’ les enseña a orar al Padre (Ga 5, 25) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (Cf. Ga 5, 25) para dar los frutos del Espíritu por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual (Cf. Ef 4, 23), nos ilumina y nos fortalece para vivir como ‘hijos de la luz’ (Ef 5, 8), ‘por la bondad, la justicia y la verdad’ en todo (Ef 5,9). (C.I.C 736) Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25): “Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de llamar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto 15, 36: PG 32, 132).

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