jueves, 1 de octubre de 2009

1Co 9, 6-14 Los ministros del culto viven del culto

(1Co 9, 6-14) Los ministros del culto viven del culto

[6] ¿O bien, Bernabé y yo somos los únicos que estamos obligados a trabajar para subsistir? [7] ¿Qué soldado hace una campaña a sus propias expensas? ¿O quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿O quién apacienta un rebaño y no se alimenta con la leche de las ovejas? [8] Aunque parezca que hablo en términos demasiado humanos, la Ley nos enseña lo mismo. [9] Porque está escrito en la Ley de Moisés: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Será que Dios se preocupa de los bueyes? [10] ¿No será que él habla de nosotros? Sí, esto se escribió por nosotros, porque el que ara tiene que arar con esperanza, y el que trilla el grano debe hacerlo con esperanza de recoger su parte. [11] Si nosotros hemos sembrado en ustedes bienes espirituales, ¿qué tiene de extraño que recojamos de ustedes bienes temporales? [12] Si otros tienen este derecho sobre ustedes, ¿no lo tenemos nosotros con más razón? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de él; por el contrario, lo hemos soportado todo para no poner obstáculo a la Buena Noticia de Cristo. [13] ¿No saben ustedes que los ministros del culto viven del culto, y que aquellos que sirven al altar participan del altar? [14] De la misma manera, el Señor ordenó a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio.

(C.I.C 2122) ‘Fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, el ministro no debe pedir nada por la administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza’ (CIC canon 848). La autoridad competente puede fijar estas ‘ofrendas’ atendiendo al principio de que el pueblo cristiano debe contribuir al sostenimiento de los ministros de la Iglesia. ‘El obrero merece su sustento’ (Mt 10, 10; cf. Lc 10, 7; 1Co 9, 5-18; 1Tm 5, 17-18). (C.I.C 2121) La simonía (Cf. Hch 8, 9-24) se define como la compra o venta de cosas espirituales. A Simón el mago, que quiso comprar el poder espiritual del que vio dotado a los Apóstoles, Pedro le responde: ‘Vaya tu dinero a la perdición y tú con él, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero’ (Hch 8, 20). Así se ajustaba a las palabras de Jesús: ‘Gratis lo recibisteis, dadlo gratis’ (Mt 10, 8; cf. Is 55, 1). Es imposible apropiarse de los bienes espirituales y de comportarse respecto a ellos como un poseedor o un dueño, pues tienen su fuente en Dios. Sólo es posible recibirlos gratuitamente de Él. (C.I.C 2419) ‘La revelación cristiana [...] nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social’ (Gaudium et spes, 23). La Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina.

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