478. ¿Qué cuidados deben procurarse a los moribundos?
(Compendio 478) Los moribundos tienen derecho a vivir con
dignidad los últimos momentos de su vida terrena, sobre todo con la ayuda de la
oración y de los sacramentos, que preparan al encuentro con el Dios vivo.
Resumen
(C.I.C 1527) El sacramento de la
Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano
que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de
vejez. (C.I.C 1529) Cada vez que un cristiano
cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también cuando, después
de haberla recibido, la enfermedad se agrava.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2299) A los moribundos se han de prestar todas las
atenciones necesarias para ayudarles a vivir sus últimos momentos en la
dignidad y la paz. Deben ser ayudados por la oración de sus parientes, los
cuales cuidarán que los enfermos reciban a tiempo los sacramentos que preparan
para el encuentro con el Dios vivo. (C.I.C 1524) A
los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los
enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia
el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación
y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de
resurrección, según las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6,54).
Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí
sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13,1).
Para la reflexión
(C.I.C 1523) Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la
unción de los enfermos es concedido a todos los que sufren enfermedades y
dolencias graves, lo es con mayor razón "a los que están a punto de salir
de esta vida" (in exitu viae
constituti) (Concilio de Trento: DS 1698),
de manera que se la ha llamado también sacramentum
exeuntium ("sacramento de los que parten" (Ibid.). La Unción de los enfermos acaba de conformarnos con la
muerte y a la resurrección de Cristo, como el Bautismo había comenzado a
hacerlo. Es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida
cristiana; la del Bautismo había sellado en nosotros la vida nueva; la de la
Confirmación nos había fortalecido para el combate de esta vida. Esta última
unción ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en
los últimos combates antes de entrar en la Casa del Padre (cf. Concilio de Trento: DS 1694).
(Siguiente pregunta: ¿Cómo deben ser tratados los cuerpos de los difuntos?)
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