Sal 95, 9-10 sus padres me tentaron y provocaron
(Sal 95, 9-10) sus padres me
tentaron y provocaron
9 cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque
habían visto mis obras. 10 Cuarenta años me disgustó esa generación, hasta que
dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no conoce mis caminos».
(C.I.C 2119) La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba, de palabra o de obra, su
bondad y su omnipotencia. Así es como Satán quería conseguir de Jesús que se
arrojara del templo y obligase a Dios, mediante este gesto, a actuar (Cf. Lc 4,
9). Jesús le opone las palabras de Dios: ‘No tentarás al Señor tu Dios’ (Dt 6,
16). El reto que contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza
que debemos a nuestro Creador y Señor. Incluye siempre una duda respecto a su
amor, su providencia y su poder (Cf. 1Co 10, 9; Ex 17, 2-7; Sal 95, 9). (C.I.C 539)
Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento
misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero
sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al
contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por
el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios
totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del
diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se
había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el
Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su
amor filial al Padre.
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