Deut 5, 21 No codiciarás la mujer de tu prójimo
(Deut 5, 21) No codiciarás la mujer de tu
prójimo
21 No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su
casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey, su asno ni ninguna otra cosa
que le pertenezca.
(C.I.C 2534) El décimo
mandamiento desdobla y completa el noveno, que versa sobre la concupiscencia de
la carne. Prohíbe la codicia del bien ajeno, raíz del robo, de la rapiña y del
fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento. La ‘concupiscencia de los ojos’
(cf. 1Jn 2, 16) lleva a la violencia y la injusticia prohibidas por el quinto
precepto (cf. Mi 2, 2). La codicia tiene su origen, como la fornicación, en la
idolatría condenada en las tres primeras prescripciones de la ley (cf. Sb 14,
12). El décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón; resume, con
el noveno, todos los preceptos de la Ley. (C.I.C 2536) El décimo mandamiento
prohíbe la avaricia y el deseo de una
apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y
de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la
cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales: “Cuando la Ley nos dice: No codiciarás, nos dice, en otros
términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque
la sed codiciosa del bien del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada,
como está escrito: ‘El ojo del avaro no
se satisface con su suerte’ (Qo 14, 9)” (Catecismo Romano, 3, 10, 13).
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