(Ef 5, 20) Siempre den gracias a Dios nuestro Padre
[20] Siempre y por qualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
El comentario sobre el “Catecismo Juvenil” (Youcat) es completo y se finalizan todos los comentarios anteriores sobre los textos fundamentales de la fe cristiana publicados en todos los años anteriores, a partir del año 2006. Todos los post y "Comentarios" de este blog pueden siempre ser visitatod y descargados con libertad.
[20] Siempre y por qualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
[19] Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón.
[18] No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo.
[14] porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará. [15] Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas [16] que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. [17] No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor.
[10] Sepan discernir lo que agrada al Señor, [11] y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. [12] Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. [13] Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz,
[8] Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. [9] Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.
[6] No se dejen engañar por falsas razones: todo eso atrae la ira de Dios sobre los que se resisten a obedecerle. [7] ¡No se hagan cómplices de los que obran así!
[3] En cuanto al pecado carnal y cualquier clase de impureza o avaricia, ni siquiera se los mencione entre ustedes, como conviene a los santos. [4] Lo mismo digo acerca de las obscenidades, de las malas conversaciones y de las bromas groseras: todo esto está fuera de lugar. Lo que deben hacer es dar gracias a Dios. [5] Y sépanlo bien: ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro –que es un idólatra– tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.
[1] Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. [2] Vivan en el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
[31] Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. [32] Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
[30] No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
(C.I.C 698) El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (cf. 2Co 1, 22; Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello [sphragis] indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados. (C.I.C 1274) El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98,5: PL 33, 362), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; 1,13-14; 2Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con "el signo de la fe" (Plegaria Eucaristica I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios –consumación de la fe– y en la esperanza de la resurrección. (C.I.C 1296) Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf. Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello: "Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2Co 1,22; cf. Ef 1,13; 4,30). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf. Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4-6).
[29] No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan.
(C.I.C 871) "Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (CIC canon 204, 1; cf. Lumen gentium, 31). (C.I.C 872) "Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" (CIC canon 208; cf. Lumen gentium, 32). (C.I.C 873) Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque "hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios" (Apostolicam actuositatem, 2). En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos] hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos [...] se consagran a Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia" (CIC canon 207, § 2).
[28b] para poder ayudar al que está necesitado.
(C.I.C 2412) En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario: Jesús bendijo a Zaqueo por su resolución: ‘Si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo’ (Lc 19, 8). Los que, de manera directa o indirecta, se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a devolver el equivalente en naturaleza o en especie si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y beneficios que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien. Están igualmente obligados a restituir, en proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado de alguna manera en el robo, o que se han aprovechado de él a sabiendas; por ejemplo, quienes lo hayan ordenado o ayudado o encubierto. (C.I.C 2444) ‘El amor de la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición’ (Centesimus annus, 57). Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas (cf. Lc 6, 20-22), en la pobreza de Jesús (cf. Mt 8, 20), y en su atención a los pobres (cf. Mc 12, 41-44). El amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de hacer partícipe al que se halle en necesidad (Ef 4, 28). No abarca sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa (cf. Centesimus annus, 57).
[28a] El que robaba, que deje de robar y se ponga a trabajar honestamente con sus manos,